miércoles, 19 de junio de 2013

PONGO DE NUEVO LA CONTRACUBIERTA, AHORA "LEGIBLE". POR CIERTO ¿ALGUIEN HA COMPRADO YA EL LIBRO?


No se puede vivir sin consumar el amor, siente Giner.

Y así le va al protagonista del pueblo. Durante el verano en su Murcia natal, involucrado en los planes para construir dos macrourbanizaciones en un Valle abandonado, se las ve y se las desea para conseguir un lugar digno donde intimar con una escandinava madura que le tiene enganchado.

Para lograrlo, apoyado en su olfato de fumador compulsivo, pensará, soñará, planificará y contratará un equipo para ejecutar las acciones que le son necesarias, que hacen falta.

Por el camino malentendidos, la playa, una sucursal bancaria gibraltareña, combinados de nacional y extranjero, hurtos, corrupciones, ambiente laboral, socios, el mar, aseos comunes con cola, gordos yanquis enfermizos, niñas alegres, préstamos a bajo interés, concejales, ex maestras, guardia urbana, un abogado de color, restos arqueológicos musterienses y hasta una gota fría.

 

El deseo exagerado nubla el juicio y vuelve osado al ser humano. Ese ardor que ciega y el azar  le llevarán inexorablemente a un desastre tan previsible como inverosímil.

Pero los dioses del mundo son guerreros, placen de un final feliz; y en daño colateral impropio con la ayuda del sector financiero, salvarán a nuestro héroe enamorado.

martes, 7 de mayo de 2013

SE PUBLICA EL LIBRO: "GINER Y LOS RESTOS MUSTERIENSES" por QUINTIO TEMPRANILLO en la editorial AMARANTO

Buenos días,

se  va a publicar el libro que recoge las historias de Giner.
Si habeís seguido en el blog,los primeros capítulos, ahora podeís disfrutar de él en su totalidad.

ENCÁRGALO EN TU LIBRERÍA HABITUAL:

              GINER Y LOS RSTOS MUSTERIENES
              por QUINTIO TEMPRANILLO
              en la Editorial AMARANTO

La foto que adjunto es la que irá en la portada.

Gracias a todos y hasta la próxima novela.

miércoles, 2 de enero de 2013

GINER Y EL CASO DE LA LICENCA DE OBRAS. CAPITULO 8


CAPITULO 8: UN TRABAJO DIGNO
 

Ya debe ser lunes. Seguro, ayer estuve con ella, me dije al despertar. Calculé veintiocho grados. Olía a fruta pasada. El sol me daba de lleno en los ojos: tengo que mirar la solución del cartón en la ventana cuanto antes…

Me levanté sin ganas y mientras me embadurnaba con “after-sun”, meditaba. ¿Habrá cremas para el escozor del orgullo? Bajé al rellano y la cola en los aseos me hizo posponerlo. Efluvios de hojas podridas. Volví arriba y tras desayunar mi café con Cola Cao y un mil hojas de nata seco me fui “pal” curro. Luigina siempre está dispuesta, no como otras, pensé, y arranqué.

 

Cuando llegué a la oficina el portón del garaje estaba cerrado. Busqué mi tarjeta electrónica manual de acceso pero no estaba. Llamé al timbre con insistencia mientras hacía equilibrios con la moto sobre la rampa.

-       ¡Si es que no sé para qué vengo a la hora…! 

-       ¿Sí? Identificación por favor… -sonó por el altavoz del video portero.

-       Tío, no me marees, que es lunes –respondí mirando a la cámara.

-       “Password” por favor. Si no dispone de él formule la pregunta nemotécnica recordatorio…

-       Me parece que era algo sobre lo que decía tu abuela cuando se lo hacían por detrás, pero no tengo claro si también estaba tu hermana en el “menage”… ¡Ábreme ya tontolaba! que me está esperando la señora “pa” lo de la compra…

Era Rumbo; informático en paro en funciones de portero segurata en las oficinas del holding del patrón. Compañero laboral enfadado con el mundo en general.

Pero mi referencia a la mujer del patrón eran palabras mayores. Con la jefa no se juega. Sonó un “clock” y mientras le metía un palillo al bombín de la cerradura se abrió el portón. Pasé sonriendo a la cámara y sacándole un dedito.

Cuando llegué al segundo sótano, aparqué la burra y fui a mi chiscón. Sonaron las valkirias del politono y un dolor me cruzó por las ingles. Pero no era ella. Era otra:

-       Cretino, ¡ya era hora!, sube las bolsas a portería y avísame cuando acabes…

-       Pues va a ser que no, mantecosa…

-       ¡Qué las subas te he dicho!

-       Esta semana no ha habido pedido… La lista la debe de tener el patrón. Métele mano en los pantalones y búscasela. No manosees mucho que luego se ensucia –y añadí con gusto-: Ya tienes  experiencia, ¿no...?

-       ­­Cretino -y colgó.

­­ Era la secretaria personal del patrón, Esther, que me recordaba el inicio de mi rutina laboral semanal: descargar la compra para la jefa. Pero ese día no tocaba. Con el jaleo del pleno y el muerto se le había olvidado al jefe llevársela y dármela en el camposanto.

Subí al primer sótano y aquello estaba a tope. La flota entera de la Royal Limousines Murcianicas aparcada en las plazas de visitantes: un Cadillac Brougham y de apoyo la Derbi Boulevard, cincuenta c/c 2T. Sobre ella, con los cascos puestos y fumando, Gamonedo. Lujo, poderío y murcianidad todo junto. Me hizo un gesto de saludo el compañero y de qué tal me iba la vida.

-       Va…y a ti…

-       Ya ves, lo normal. Oye, gracias, te debo una. Desde ayer no hemos parado. La de vasca que hay arriba. Por cierto, ¿no me habías dicho que eran ingleses?, a mí me da que son yanquis…

-       De nada. Mi siete por ciento en cuanto cobréis el servicio –le aclaré. Cuando le iba a interrogar sobre los domingueros del aeropuerto a ver qué pillaba una voz por megafonía me cortó el discurso:

-       Se recuerda a los visitantes que está prohibido fumar en todo el edificio, incluidos los aparcamientos si se está fuera del vehículo.

-       ¿Y esto qué es?, “billipuertas” –le respondió Gamonedo señalando su Derby-. Uno de tus supercomputadores…

-       Piérdete Rumbo –le dije. El altavoz hizo un “roc” y enmudeció.

-       Lo de la comisión lo tienes que  ver con “ése” –dijo Gamonedo y me señaló a un pollo uniformado, gorra y llaves en la mano, que permanecía de pie en posición de firmes junto a la limusina.

-       ¿Y eso del “ése”? A mí no me líes que te conozco. ¿Qué pasa ahora?

-       Ya ves, lo normal -y me lo contó.

Resultaba que “ése” se llamaba José Humberto, era sobrino del dueño (Don Juan de Dios Carreiro Aurretecoechea) y se lo habían encasquetado para que le enseñara el oficio. Y ya estaba hasta el mismísimo chasis de sus maneras y sus formas de conducción.

Eché un trapo sucio a la videocámara, con acierto, y nos hicimos un mixto de Ketama y californiana. Fumamos despacio. Cuando ya sólo quedaba la brasa, se acercó “ése” y le ordenó a Gamonedo que revisara la presión de los neumáticos y le pasara un trapo a la matricula y al logo de la limusina y se fue.

-       ¡No le doy una hostia porque nos mataríamos los dos! A él del acto y yo de la onda expansiva.

-       Ya ves, lo normal –le respondí y me quedé muy a gusto.

 

Con la de vasca que había arriba no había nada qué hacer salvo esperar. Como no me apetecía ir a leer al chiscón, mirando el uniforme de gala del niño y el tupé coreano que se gastaba, le dije a Gamonedo:

-       Oye, ¿sí quieres le hacemos a tu compañero lo de la patología de la niña?

Asintió serio. Y nos pusimos a ello. Para alegría de Esther. Consiste en hablar del carácter de la chica (ninfomaníatico compulsivo) y de sus claves (fetichismo de uniforme, negacionista) como si tal cosa entre nosotros, pero sabiendo que te escuchan. Nos acercamos y empezamos a largar. Al cuarto de hora de dar detalles a cual más disparatado nos dijo:

-       O sea, que cuanto más lo niega “má” lo quiere…

-       Exacto. Lo has pillado. Lo importante es no cejar y, sin quitarse la gorra por supuesto, taparle la boca con una mano y con la otra, bueno pues eso…

-       Y por qué no te lo haces tú, si tanto sabes…

Un listillo receloso, me dije. Me echó un capote Gamonedo.

-       ¿Cómo va lo del doctor Rejones? –dijo al descuido.

-       Mal, lo ha dejado; dice Esther que la hacía sufrir sin motivo y la dañaba. Ahora está con el Dr. Puntadas Cabeza, que es como más fino e hila con mimo lo síquico femenino

-       Oye, no me estaréis vendiendo a una gonosifilítica ¿no?

-       Peor, su patología es más grave y profunda: tiene irrepetibilidad crónica. No puede hacerlo dos veces con la misma persona. Imagínate que se echa novio, ¡qué desgracia!, que sufrimiento tan inútil, qué sin vivir… -le respondí compungido.

-       Ya ves, lo normal –matizó el compañero, y se ajustó los cascos.

-       Ah, ¿y vosotros, ya…?

-       Pues claro “alelao”, si no de qué íbamos a estar interesándonos por la salud de esa golfa… En cuanto la curen allá que vamos…

-       Ya claro, sí; tiene sentido, con estas “patolomías”…

-       Pero escucha, que está en tratamiento y la han prescrito que sólo una vez por jornada, por lo de la motivación y la angustia. ¿A ver si se te van a colar…?

-       Bueno, por probar no se pierde “ná”… -dijo.  Dudaba aún. Es decir creía en parte.

-       Ya sabes: lo primero saludar, luego inclinarse y pedirle la lista. La lista… Es la clave que la dispara… Ah, y hacérselo sobre la mesa de la sala de reuniones, que es donde se pone burra de verdad…

-       Por probar… -repitió.

Y para allá que se fue, al séptimo cielo.

-       Buena piruleta –le dije a Gamonedo-, me da a mí que tu “ese” se va a llevar bien con la chica, que van a congeniar enseguidita…

-       Ya ves, lo normal –insistía-. Pero oye, me da que mejor olvídate de tu parte.

-       ¿Qué me olvide? Al quince se la voy a poner. Y si no me crees, apuéstate un paquete de chicles de menta…

-       ¿Qué pasa? Si los Sanfermines ya han sido –me dijo señalando mi-su pañuelo.

-       Es una promesa, gilipollas –le respondí acariciándolo.

Cuando vimos entrar al aspirante al ascensor camino a la planta noble me fui a leer un rato a mi chiscón. Dejé a Gamonedo con la mano en el pecho cantando eso del Melendi de  que mientras nos queden piedras y lo de que tenemos los cojones de un tamaño que va acorde al del corazón. Le veía nostálgico y bastante colocado:

-       Porque Asturias es mi patria y sincera mi bandera…

 

Llevaba dos capítulos del libro de mi Úrsula sobre la guerra esa tan cara leídos cuando otra vez tronó mi politono. Era el patrón. Sonaba desquiciado.

-       Niño, ¡a la puerta ya! Pero ya.

Subí a Lurdes, salí por la rampa y al llegar ya estaba allí. Esperando. Raro, raro, raro… Subió atrás y me gritó que le llevara al centro a recoger a su abogado personal.

-       A la calle Dedicación Exclusiva, junto al palacio de san Esteban. A toda hostia…

Le llevé callejeando. Esquivé por los pelos a una abuela con su cuidadora que cruzaban por un paso de cebra con el semáforo de coches en verde: Deberían darles un curso de seguridad vial a estos, pensé.  Cuando arribamos, allí estaba ya el jurisconsulto esperando en un portal. No nos vio, obedecí la orden del jefe, bajé, me acerqué y al llegar le leí la placa de su bufete:

 

“Por lo Privado y Asociados s.l., mercantil, fiscal y penal”

 

Me puse detrás y le di en el hombro; me vio y tras sobreponerse al sobresalto e indicarle yo el vehículo, se subió atrás mirando antes a ambos lados. Se saludaron brevemente; yo conectado. Mientras conducía ellos comenzaron a hablar:

-            Tenemos un problema –dijo el patrón. Se rascó los huevos y se explayó con el mercantilista-. Los ingleses están mosqueados con lo del pleno y los horarios de verano. No entienden nada de la conspiración cívica eclesiástica y la urgencia y necesidad de otra caridad.

-       Sigue Demetrio, sigue.

-       Venían ayer desde Londres para lo de los planos y la pasta y se han enterado de lo del siniestro total del concejal de urbanismo, y de la falta de nuestra licencia.

-       Entiendo, sigue…

-       Y no se enteran de cómo funciona nuestra ley electoral. Llevo toda la noche ofreciendo taquitos de jamón y excusas.

-       Muy bien curado por cierto. Continúa Demetrio, abrevia un poco si puedes.

-       Resumiendo letrado: Nicasio se ha estrellado con el coche el sábado sin firmar la papela y dejándome con el culo al aire delante de los socios.

-       Matiza lo de “al aire”…

-       Nos la han jugado bien los cabrones del Abundio, pero ya lo tenía todo arreglado. Tras la putada del viernes había pagado por otro pleno para esta semana, con el “nihil obstat” eclesiástico no te creas… -se explicaba el jefe.

-       La iglesia, claro…

-       Pero ahora me falta el concejal de urbanismo. Se ha “matao” el pichabrava ese.

-       Ya, entiendo. ¿Pero qué les has ofrecido?

-       De todo. Aparte de pagar lo del campanario y el tejado de la vieja iglesia le he prometido a Teodoro un ambulatorio al ladito de la nueva iglesia mejicana que han cohechado los del grupo de Abundio con el cura.

-       Impecable, Demetrio, impecable.

-       Le he dicho: consuelo y alivio para el cuerpo y consuelo y alivio para el alma, todo junto. ¿Qué te parece?  ¡A qué es la hostia de fino! Con estilazo…

-       Me gusta Demetrio, y desgrava. ¿Y qué ha dicho el alcalde?

-       Le puso. Cuando se lo expliqué me dijo: “cuerpo y alma, alma y cuerpo”. Esto lo meto yo en el programa. Hecho, el viernes te la damos …

-       Pues entonces ya está, ¿cuál es el problema?

-       ¡Qué se ha estrellado el idiota de la firma!

-       Entiendo, sigue Demetrio.

-       Qué ahora no le sale de los huevos. Le he llamado cien veces y me dice el mamón: “El duelo es sagrado, Demetrio. Eso no puede ser…”

-       Bueno, a ver como lo arreglamos –dijo el abogado-. ¿Qué les has dicho a tus socios?

-       La verdad, joder.  Que no pasa nada, señores. Hablo con don Teodoro, pagamos otra vez y nos falsifican la firma del concejal de urbanismo. Ya está, y sin más cambiamos las actas del pleno nos olvidamos del asunto y a empezar con el tajo…

-       Ya, pero no dices que …

-       Si da igual. Mi estrategia les saca de quicio. Se han puesto como basiliscos -dijo acalorado el patrón a su abogado penalista.

-       Entiendo, sigue…

-       ¿Tú sabes lo que me ha dicho Juanito, el negro, a mi propuesta?: Qué si cohecho, qué si prevaricación, qué si negociaciones prohibidas con los funcionarios, qué si falsedad en documento público… ¿Tú qué opinas, Marco Aurelio?

-       Acaba, Demetrio, acaba. Sin todos los hechos sería prematuro tipificar… -le respondió el tocayo de emperadores. Y el patrón siguió contando la escena. Le había respondido al abogado negro, hastiado de tanta cerrazón:

-       No me jodas, Juanito, no me jodas….

-       ¿Y qué ha pasado?

-       Pues el tipo se lo ha traducido a sus colegas. Son cuatro pesados y me da mí que el “jet lag” les afecta. Tienen claros síntomas de estupor y desconcierto.

Yo entendía en parte su estado de ánimo, pero tampoco era para tanto. Si supieran los de fuera las cosas que se hacían por estos lares…

-       Qué vergüenza. Debo ser el único promotor de España sin nada que vender ni obra en curso. Ni licencia. Y con socios extranjeros. ¡Qué vergüenza! Y los otros ya pueden empezar. ¡Qué imagen país que estamos dando!

-       Bueno, a ver como lo arreglamos. Sigue Demetrio sigue…

-       Marco Aurelio, vale ya con lo del “sigue”, pareces un cura confesando…

-       Anda, anda, no te pongas nervioso. ¿Qué han dicho?

-       Gilipolleces: “que si a sus paisanos no les podían mentir. Que el falsificar la firma y cambiar las fechas no les convencía. Que era muy feo lo que les proponía, que no estaba bien. Que ellos eran americanos y que no debían engañar a sus compatriotas. Que los tribunales de por aquí se la traían al pairo, que ellos eran abogados, pero que lo que les proponía está muy mal visto en su tierra” ¡Qué te parece Marco Aurelio…!

-       Difícil, muy difícil, pero continúa Demetrio, continúa… -y el penalista se rascó el mentón.

Según el patrón el que parecía el jefe del grupo, por la careta veneciana con que se cubría el rostro, y que hasta entonces escuchaba sin decir ni “mu”, le había echado una mano al cuello a Juanito y acercándoselo hasta él le susurró algo al oído. Luego se levantó el letrado negro y  dijo:

-       Lo que sigue es una mera hipótesis de trabajo, dicha en mi propio nombre y sin que mister Tramp, aquí presente y no presente, tenga nada que ver con ella. Y es esta: ¿hay algún cálculo, aunque sea preliminar, de la contraprestación que don Abundio y los suyos podrían pedir por esta patraña de mierda?

Y aquello sí que era matador. Punto y juego perdidos, pensé. De revés. Se hizo un silencio que aproveché para invadir el carril bus y evitar que un semáforo en naranja nos cerrara el paso.

El jefe y Marco Aurelio siguieron hablando entre ellos. Parecía ser que entre los contratos y “side-letters” firmados con los socios se incluían ciertas cláusulas, leoninas, por las cuales en el caso de que los Otros, los rivales el grupo don Abundio, se nos adelantaran en las obras y en las ventas, los yanquis se podían quedar con todo lo del patrón, por lucro cesante y daños morales.

-       Pero Demetrio, ¿cómo me firmas esas cosas?

-       ¡Y yo que sabía, si están en inglés! Y el cabrón del negrito me dijo que eran paja… Me están esperando ahora en la oficina. Les he dicho que iba al médico para poder verte sin que sospechen. Los que vinieron ayer se marchan esta tarde pero se queda el abogado negro ese, Juanito…

-       Ya, a ver qué se puede hacer, pero la verdad que no lo veo muy bien… ¿Has vuelto a hablar  con Teodoro? ¿Qué opina?

-       Dice que el duelo es sagrado…

Un semáforo en rojo en la plaza del rey que sirvió de alimento a los osos me hizo parar y meditar: ¡Cómo pega la maría de Gamonedo! A ver si me pasa un bolsón…

 

Unos golpes en la mampara y un giro de manos me indicaron que ya era hora de volver. Entré por la salida de la circunvalación a la Universidad y dejamos al mercantilista en la puerta de la facultad de Derecho. Se despidió:

-       Bueno, lo dicho, tú grábalo todo y ya me lo pasas. Y no firmes nada eh… Uy, que tarde se me ha hecho, y después de clase tengo sesión en el congreso… adiós, adiós…mándamelo todo al bufete, y…, por cierto, esto no va a ser barato…

-       Lo qué tú digas, lo que haga falta. Cualquier cosa, Marco Aurelio, cualquier cosa. Daría lo que fuera al que me saque de este laberinto….

Se bajaron a la calle y hablaron en susurros entre ellos.

 

Sonaron las valkirias en mi portátil: lo saqué, descolgué y era ella.

-       Dime guapa. Por favor sé breve que estoy viendo un tema de mercantil…

Hablamos un rato, confirmamos la cita para cenar y me despedí:

-       Adiós ojos polares, nos vemos…